"La danza de la sangre"
Capítulo 1
Hora de
trabajar, tío, me digo
mientras detengo mi vehículo en la entrada de “Villa Laguna de piedra”, el lugar
en donde conseguiré aumentar mi bolsillo.
-El dinero nunca viene mal. Las llamadas de J.MBartolomé no están de más.
Quito el contacto, cierro los ojos y me recuesto
unos segundos sobre el asiento. No escucho nada; el ambiente se carga de
silencio, y eso me recuerda, una vez más, que es hora de trabajar. Parece que
el mundo aclama mi llegada.
Abro los ojos y veo oscuridad, muy querida. Con los años me acostumbré a ella, y solo me aleja de
su presencia las tenues luces a la entrada del pueblo. Me recuerdan a la escasa
iluminación que se deja ver siempre en el recinto ferial del barrio. Pocas
ganas de aflojar la pasta para ofrecer a los habitantes un poco de vida…
Enciendo un cigarro y dejo que su aroma me
transporte a un universo de tranquilidad, como si estuviese fumando algo más
que tabaco.
Al abrir la guantera me veo envuelto en un mar de
recuerdos. Mis armas requieren de mi compañía: mi navaja, mi daga Matamuertos y
mi automática.
-¿Habéis echado de menos a papi? –pregunto sin la
esperanza de que respondan. Será mejor ponerse en marcha, no sin antes, darle
un buen trago a la botella de whisky que descansa en solitario. Raspa mi
garganta, la quema lo necesario y me incita a emitir un “ahagpp” del que podría
salir fuego.
-Esto es vida.
Pero mi misión consiste en evitar la muerte.
*****
Salgo del coche, y nada más cerrar la puerta y respirar aire puro,
procedo a repartir a mis aliadas por todo mi cuerpo. La navaja en su lugar
correspondiente: en la caña de la bota izquierda; la daga, en la derecha. Y la
pistola –la que recargo, apiñando los ojos por culpa del humo del cigarro que
asciende y los daña- atrás, bien sujeta en la cintura.
-Esto ya lo he hecho más veces, sí.
Doy una extensa calada al cigarro a la vez que
camino. Miro al firmamento y veo un redondel blanco-azulado, una bola de fuego
exenta del color llamativo del infierno; sin embargo provoca esa sensación. La
noche se antoja cálida, pero en su reinante tranquilidad atisbo un baile
sangriento.
“En primavera
la sangre se altera”.
Es verano. No se altera, sino que más bien, se
revela y desea salir a borbotones. Demasiado tiempo estancada en la carótida, y
es hora de explotar, como un termómetro de mercurio sobrepasando los 43º;
demasiado tiempo golpeando las paredes de la caja torácica, igual que el tambor
de una lavadora salpicando agua en cada vuelta. Es hora de salir y que el mundo vea lo importante que es el interior.
Cuando salga, los que no me tenían en cuenta me echarán de menos.
En mis manos está que la sangre siga recorriendo el
circuito de carne y hueso, para eso me han alertado.
Llego hasta la puerta, momento en que giro la cabeza
para mirar atrás, al pasado de hace segundos. Está todo oscuro; mi coche queda
envuelto entre nubes negras, y solo sé que sigue allí porque yo mismo lo he
aparcado, si no, podría jurar que la penumbra posee boca y se lo ha tragado.
Al mirar al frente aflora la luz; la tenue
luminosidad se va ensanchando en un camino de claridad. Me deja ver los dos
lados en los que se divide el pueblo: casas molineras a derecha e izquierda; la
luz es tan retorcida como perfecta, dándole a las casas un toque aviejado y
algo molesto para la vista.
Miro la colilla de cigarro que sostengo entre mi
pulgar e índice de la mano derecha.
-Hasta aquí tu viaje.
Cambio el índice por el medio, lo empujo hacia abajo
con el pulgar y suelto, como si fuese a golpear una canica. El cigarro
consumido sale volando, impacta contra la casa que tengo a tres metros de mí y,
al chocar, me regala unos segundos de fuegos artificiales de, esta vez sí, el
color del infierno.
-Fuego…
Caliente, caliente como la sangre.
Capítulo 2
Me adentro por la pasarela que se presenta ante mí, y me siento como
el ingrediente principal de un perrito caliente: amarillo por los lados, como
el pan de molde; y luego yo, asado por el sofocante ambiente.
-Hace una noche
criminal –digo mientras me enjugo el sudor de la frente con mi brazo remangado.
Cuando lo bajo, resoplo mientras miro cómo un pegote de vello destaca entre el
resto creando formas enrevesadas que, si miro con atención, me hacen alucinar como
si caminase por el desierto y la sed me hiciese ver espejismos.
Es de noche pero el
calor derrota mi cuerpo de igual manera que los abrasantes rayos de sol sacuden
con fuerza a las cinco de la tarde. Es complicado trabajar así; me cabrea, me
hace protestar y hasta gritaría de desesperación.
Si este pueblo
desierto es capaz de leerme la mente, puede abrirse la tierra y tragarme con
ella. Acabo de oír un grito, un grito de desesperación, o tal vez es un grito
de terror.
Agudizo el oído y me
pongo en guardia.
Se acerca…
A lo lejos se forma una mancha que va creciendo; es
una especie de aspa. El sonido del grito se acerca junto a ella.
-Una mujer –me digo,
y efectivamente, todo lo indica cuando la veo más de cerca. Distingo su cabello
bailoteando de un lado a otro en la carrera que trae; parecen las olas del mar,
pero embistiendo con vivaz energía. Sus brazos apenas se mueven, son dos
agarrotados palos en cruz. Lo que aumenta, y cala hondo dentro de mí, son sus
salvajes gritos.
-¡SOCORROOO! –Lo
acompaña un alarido de terror que eriza el vello de mis brazos a la vez que un
sobrecogedor escalofrío recorre mi espalda.
La veo más de cerca.
Viste un top y minifalda.
Bonitas piernas, pienso en lo que la chica intenta respirar. Si
continúa así, lo más fácil es que hiperventile. Tiene el rostro blanco a
excepción de las lágrimas entintadas que recorren sus retorcidas facciones,
como dos diluidas acuarelas de color negro.
El rímel hace estas cosas…
Empieza a hipar; quiere hablarme, pero no le sale
nada más que grititos entrecortados, la reserva del gran aullido que venía
emitiendo.
-Es… Tiene que… Allí…
-Intenta por todos los medios soltar algo en claro, pero no lo consigue. Su
labio inferior tiembla, y esto hace que las lágrimas de tinta que descansan en
su barbilla tiriten como si pasasen frío-. En el bar… Yo… De pronto… ¡ESTÁN
MUERTOS! –Consigue gritar; se derrumba de rodillas, las lágrimas afloran con
fuerza y la negrura ocupa buena parte de su cara. Su boca queda entreabierta,
dando la sensación de ser un flácido pedazo de carne con dientes. Dos hilillos
de baba, indecisos a romperse, unen sus temblorosos labios. Agacha la cabeza
pero mantiene las manos abiertas, como haciendo Yoga pero con espasmódicos
movimientos en el tronco. De pronto queda muda. No sale nada de su boca; sin
embargo, el movimiento de hacer como que llora, perdura. No actúa, simplemente
ya no tiene fuerzas para gritar más.
-Venga, muñeca,
tranquilízate –digo-. Respira y dime: ¿quiénes están muertos?
-To… to (hip)… dos. –
Cierra un poco más la boca e intenta respirar-. Han muer… to (hip) to…dos.
Se incorpora. Da dos
pasos adelante, luego a un lado y después a otro. No se tranquiliza.
-Deja de moverte, me
estás poniendo nervioso –advierto-. ¿Quiénes son todos? Dime qué ha pasado.
Sigue moviéndose. No
recupera el color.
-Dime.
-Estaba bailan…do
–Recupera un poco el habla. No obstante, no deja de moverse-. Cuan…do de
repente… ¡PLUM! –Se detiene ante mí. Los ojos que veo son de auténtica demente,
azules como dos perlas preciosas, pero tan llamativos que da verdadero terror
contemplarlos de cerca-. ¡ALGO GIGANTE HA ENTRADO Y HA DEVORADO LAS CABEZAS DE
LOS…! –Deja de contarme para volver a gritar-. ¡LOS HA DESTROZADO! Se… se… se
los… ¡NO SÉ QUÉ ERA ESO!
Miro al cielo en lo
que ella continúa con su historia; la tengo como telón de fondo y soy capaz de
escucharla mientras contemplo la luna. Si estoy en lo cierto, sé de qué me
habla.
-¡Y BRAMABA! ¡HA SIDO
HORRIBLE! Te… tenía garras. ¡GARRAS TAN GRANDES COMO TUS DOS BRAZOS! Y…y… un…
-¿Era un lobo? –la
interrumpo.
-¿Un lobo? –repite mi
pregunta-. ¡NO! ¡ESO NO ERA UN ANIMAL, ERA UNA BESTIA! ¡UN MONSTRUO!
-Un hombre lobo.
-¡¡NO SÉ LO QUE ERA!!
Pero los ha… -Se lleva las manos a la cabeza; cierra los ojos y suspira-. Los
ha matado. Era san… era sangre por todas partes. El escenario se ha llenado de
sangre y… ¡HA SIDO HORRIBLE!
-Un licántropo
haciendo de las suyas… -dejo caer-. Hora de enterrarlo.
-¿Eh? –Por fin cierra
la boca. Es la primera vez que desaparece la tensión que acumula en el rostro.
-Coser y cantar,
niña. Déjaselo a un maestro. Esa bestia peluda dirá amén en poco tiempo. –Saco
la pistola y la froto con suavidad.
-Pe… ¡Estás loco! –me
grita-. ¿Cómo vas a matar tú solo a algo así? ¡Se ha cargado a más de treinta
personas! ¿Quién te crees que eres?
-Silencio.
-¡No me mandes
callar!
-Soy Jonathan
Silencio.
La chica hace caso a
mi apellido. No habla.
CONTINUARÁ.............
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Wuawwwwwwwwwww
ResponderEliminarImpone.
Y eso que no es "mi género".
:-)
Gracias Mary Ann, por pasarte por aquí, en verdad lo aprecio mucho. <3
Eliminar¡Muchísimas gracias! Espero que los siguientes capítulos también te inquieten jajaja
EliminarTerrorífico, sin duda hace honor a la saga de José M Bartolomé, Jonathan Silencio. ¡Felicidades amigos!
ResponderEliminarMuchas gracias Frank! Un abrazo muy fuerte.
Eliminar¡Muchísimas gracias, compi! Un abrazo, campeón :)
EliminarMe lo estoy pasando pipa, quiero más :)
ResponderEliminarMañana dos más :D Me alegra mucho que te esté gustando.
EliminarMe alegro de todo corazón. Gracias, compi. Un abrazo fuerte :)
EliminarIMPRESIONANTE. Esperando más. Me ha mantenido en tensión.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer Dolors! :D
EliminarMuchas gracias, espero que los siguientes capis también te mantengan en tensión :)
EliminarExcelente, no es mi género y me atrapa.
ResponderEliminarGracias por pasarte Fernando y comentar :D
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